¿La escalada perfecta? Parte III (La justificación fisiológica o el porqué)

A día de hoy, se sabe que los metabolismos predominantes que sostienen el esfuerzo en escalada provienen principalmente de las vías anaeróbica aláctica y aeróbica (Bertuzzi y col., 2007), es decir, la famosa vía anaeróbica láctica asociada a la producción de lactato que tanto se ha relacionado con la resistencia en escalada y con la duración del esfuerzo en pos de una mayor tolerancia a este metabolito (idea emanada o importada de los deportes de resistencia cíclicos), va perdiendo enteros ante los nuevos descubrimientos que la ciencia permite y las nuevas tendencias para el entrenamiento de la resistencia en escalada incorporan: no se trata de soportar más lactato, sino de producir menos y gestionar de forma eficaz lo que se produce, como a continuación se verá.

Adaptación local al entrenamiento.
Foto: María Torres
Ferguson y col. (2000) sugerían que los escaladores de mayor nivel habían desarrollado la capacidad de aguantar por más tiempo contracciones isométricas intermitentes, gracias a un menor nivel de acumulación de metabolitos de desecho (para una misma intensidad se entiende), debido a la respuesta de presión y también, por la existencia de una mayor capacidad de flujo sanguíneo (50% más que sujetos no escaladores) durante los periodos de recuperación o “soltadas” entre agarres a nivel local, que a su vez estaba favorecida por un número de capilares sanguíneos aumentado en el área del antebrazo junto con un aumento de la sección transversal de los mismos.

Esto quiere decir que los escaladores mejor entrenados y adaptados presentan un mayor flujo sanguíneo en el antebrazo en las breves fases de reposo entre contracciones, lo que favorece una mayor llegada de nutrientes y mayor vaciado de sustancias de deshecho de las contracciones que, por su intensidad, requerirán la reposición rápida de fosfatos a través del metabolismo anaeróbico aláctico (dependiente del nivel de PCr, como se ha visto en la parte I, muy limitado en el tiempo) y anaeróbico láctico (menos limitado en el tiempo, aunque con el hándicap de la producción de lactato en el músculo, que a partir de cierta concentración interfiere o impide la contracción de fibras progresivamente debido a varias inhibiciones enzimáticas al cambiar el ph del medio intramuscular).

La mayor tasa de reposición de fosfágenos para volver a recuperar los ATPs gastados en las contracciones previas (conocida como la moneda de cambio energética) se lleva a cabo mediante la vía oxidativa o aeróbica, es decir, la que precisa oxígeno; el problema es que éste no llega en las partes más duras de las vías, o lo que es lo mismo, cuando se realizan contracciones a nivel local de cierta intensidad, variable para cada cual pero con un elemento que es común: son intensidades que se encuentran por encima del umbral de oclusión, esto es, aquella intensidad en la que la circulación está impedida por la propia presión intramuscular durante la contracción (Royce, 1958; Sjøgaard y col., 1988; Barnes, 1977 y 1980).

En las secciones de elevada y alta intensidad, la diná-
mica vascular está dificultada o impedida.
En condiciones de trabajo bajo dicho umbral, que como se ha dicho es individual y varía entre el 40% y el 80% de la fuerza máxima (Carlson, 1969; Barnes, 1980), los músculos activos pueden ir eliminando, con cierta dificultad, esos metabolitos de deshecho de las contracciones y perciben cierto aporte de nutrientes, que será suficiente o no, en función del porcentaje de fuerza a emplear; cuando la intensidad es mayor y se supera el umbral de oclusión, el aporte y la eliminación se reducen a cero, sin embargo, el intercambio será máximo en las fases de recuperación entre contracciones, y aun mayor en escaladores bien entrenados (Ferguson y Brow, 2000; MacLeod y col., 2007; Fryer y col., 2014)…, y este es uno de los grandes elementos diferenciadores entre los escaladores de distintos niveles.

En la gestión del esfuerzo en cuanto a la dinámica de tiempos de contacto VS tiempos de reposo entre contracciones, cuando éstas son de intensidad superior al umbral de oclusión (que es la mayor parte del tiempo en vías en el máximo nivel), si éstos reposos son muy breves (inferiores a 1”-2”), no existe suficiente tiempo para que haya una circulación significativa que reponga de forma importante los fosfágenos gracias el metabolismo oxidativo (Demura y col., 2008), es decir, no da tiempo a que llegue una gran tasa de oxígeno al músculo activo, factor que varía en sujetos entrenados, que presentan una mayor des-oxigenación local y, sobre todo, una mayor re-oxigenación relativa en estas breves fases de reposo (Philippe y col., 2011; MacLeod y col., 2007; Fryer y col., 2014); es decir, la diferencia entre escaladores de más nivel sobre los de menos estriba, en parte, en que son capaces de captar una mayor tasa de oxígeno de la sangre capilarizada (por diversos factores) y a una mayor velocidad, lo que les permite una tasa de reposición de PCr superior y, en consecuencia, una mayor capacidad para seguir realizando contracciones de alta intensidad (Fryer y col., 2014).

Investigación con doopler y NIRS para determinar la dinámica
vascular en condiciones de agarre intermitente simulado.
No obstante, cuando la dinámica de esfuerzo-reposo contempla recuperaciones iguales o mayores a 4”, se observa un descenso mínimo de la fuerza, incluso pasados 6´ de esfuerzo (Demura y col., 2008), por lo que parece lógico que, siempre que sea posible, se deberían utilizar estos tiempos de reposo intra-esfuerzo de 4” o más, para asegurar esa mayor recuperación que permitiría no sólo dilatar el tiempo de esfuerzo en la vía, algo que se ha mostrado correlacionar alta y positivamente con el rendimiento (España y col., 2009), sino también y al mismo tiempo, aumentar las tasas de PCr locales necesarias para las secciones de mayor intensidad de las vías (que es por otra parte donde se suele producir el fallo escalando, como se explicó en la parte I); o dicho de otro modo: dado que las contracciones que demandan esos agarres más intensos precisan mucha energía, esto sólo es posible sostenerlo mediante el reclutamiento de fibras de tipo II (b y a) que funcionan principalmente en anaerobiosis (sobre todo las primeras) con un gran gasto de ATPs, y cuya continuidad en el tiempo dependerá, como se ha dicho, de la reposición rápida de los niveles de PCr muscular, de ahí la importancia de su mantenimiento o reposición continuada durante la escalada para tener reservas disponibles para esos momentos cruciales para el éxito en las vías.

Los momentos en los que un brazo recupera sirven también
para magnesiarse, anticipar secuencias y prepararse mental-
mente para el esfuerzo siguiente.
Estos momentos de más de 4” para soltar una mano se suelen encontrar en los conocidos reposos, pero estas partes de las vías de menor intensidad o en la que se encuentra uno o dos agarres que permiten detenerse para “reposar”, en no pocas ocasiones resultan de una “calidad” insuficiente (impidiendo una recuperación completa o, al menos, significativa) o, pese a serlo, ya no se es capaz de recuperar el nivel de fuerza inicial (de estos factores relacionados con la resistencia se hablará en el otro post: Los determinantes reales de la resistencia)

Así pues, según lo visto, parece que lo verdaderamente importante para el rendimiento es ser capaz de realizar la fuerza que requiere sostener el peso del cuerpo en cada agarre con el mayor margen posible sobre la fuerza máxima para acumular la mínima fatiga posible y, por otro lado, ser capaz de dilatar en el tiempo la capacidad para producir esfuerzos de alta intensidad, para los que se precisan elevadas tasas de PCr muscular, algo que se consigue con la mayor oxigenación posible entre contracciones, y que a su vez tiene mucho que ver con la mayor duración posible de los tiempos de reposo por cada mano.

... ver artículo anterior: ¿La escalada perfecta? Parte II (Un buen ejemplo: Jain Kim)

… continúa en: ¿La escalada perfecta? Parte IV (Buscando respuestas: el análisis de vídeo)